domingo, 14 de diciembre de 2014

Lugares del Subcontinente (1)



Un parque de atracciones abandonado, en ruinas, a lo alto de una montaña negra (u oscura).
Está en la cima, o al menos es la impresión que da, ya que la niebla lo cubre todo.
Lo primero que vemos en la entrada del parque es una montaña rusa despedazada por el tiempo y que ahora parece una rampa al vacío. Más allá de este se perciben otras atracciones, pero la niebla (que a veces parece humo o incluso polvareda) no me deja ver bien. Si se sabe de la existencia de otras estructuras es por sus apagados colores, que son testimonio que en otros tiempos fue un lugar muy frecuentado.

Un castillo (¿o un templo?) se erige en medio del recinto. Sus oscuras y sucias ventanas nos indican que nadie vive en este edificio. Está tan dejado como el resto del área, pero no aún conserva cierta "dignidad".

(Nota: A partir de este descubrimiento me doy cuenta que este extraño lugar es muy parecido a dos sitios reales, a otro de un videojuego y otro de una película de animación).

Al otro lado del edificio central encontramos una estructura completamente distinta al resto de las otras. Unas paredes blancas, con una raya horizontal de color azul pálido pintada por la parte inferior. A un lado de esta muralla, vemos una entrada, compuesta de una taquilla y un sistema de control del acceso al interior del recinto. Vuelvas a mirar por segunda vez y ves...
Almas, espectros que hacen cola para entrar en ese sitio. Familias de fantasmas, hombres, mujeres y niños.
Te cuelas entre ellos y entonces descubres por qué esa zona está amurallada.
Se trata de un zoológico, o lo había sido, ya que observas que lo primero que hay nada más entrar es un largo y estrecho pasillo entre grandes piscinas, de paredes de cristal, de agua y niebla y que miden dos metros de alto, pero no contienen nada. No encuentras ni un indicio de vida, aunque te da la sensación de haber visto, en lo más profundo del tanque, la blanca y borrosa silueta de un oso polar. Sigues por el pasillo, lleno de almas y llegas a un espacio un poco más amplio que el anterior, pero que resulta igual de asfixiante. Es un espacio de pic-nic, donde las familias se sentaban en mesas de madera y comían sándwiches o un perrito caliente de esos que venden en un quiosco. El césped aun conserva algo de verde, supongo que gracias a la constante niebla que cubre esos páramos. Después de ese pequeño espacio ves más jaulas, de barrotes oxidados, apelotonadas en plataformas caóticas, parece un zigurat de rejas, en una de ellas te da la impresión de ver un león gris, viejo e impasivo, pero decides salir del zoo y volver a la entrada del complejo.

Cuando sales del zoo te fijas que, a parte de que se ha hecho de noche, las luces del parque de atracciones se han encendido y, aunque brillen tenuemente, te transmiten algo de tranquilidad, e incluso de felicidad. Esta extraña sensación que te invade el alma tiene nombre. Es Nostalgia.
De repente esta paz interior se ve alterada por el estruendo del carro que circula por la montaña rusa en ruinas que rodea todo el parque. Te invitan a subir a la atracción y aceptas, te subes al coche y, tras un breve recorrido por la estructura que se ha conservado, este llega a la rampa y sales disparado por los aires.
Pero, para sorpresa de todos, el carro vuela lentamente y termina aterrizando con suavidad en medio de un claro de césped verde y muy alto, rodeado de chopos. Cuando sales del automóvil y miras a tu derecha, encuentras un palacete, de paredes amarillas y techo rojo, al borde de un precipicio. Supones que se trata de otro edificio del parque, pero no logras saber qué hay en su interior hasta que entras.
Es una sala de Arcade, llena de videojuegos, luces de neón parpadeante y otras atracciones. La Nostalgia te ataca de nuevo cuando identificas y recuerdas los personajes que decoran las consolas y las otras máquinas de premios. También hay trampolines e incluso una pista de baile, o de patinaje (aunque también podría ser una bolera).
Pero, como en el resto del complejo, no hay nadie, excepto dos o tres espectros de adolescentes de los años ochenta.
Alguien o algo te llama desde afuera, te giras y sales corriendo del palacete, cuanto más te acercas a la salida, más brilla la luz que viene de fuera.

Hasta que te despiertas y te encuentras en tu habitación.
Es verano.


domingo, 19 de octubre de 2014

Sin título (1)

Siempre fue distinto.
Lo de matarse a pajas con una peli porno no le parecía divertido,
no le veía emoción mangar revistas guarras al bueno de José, el quiosquero de la esquina,
no le ponía cachondo oír las aventuras sexuales de sus compañeros,
no soportaba oír como violaban la intimidad de sus compañeras.

Pero nunca dijo nada.

Las chicas sabían que había raro en él.
Primero le tomaron por mojigato,
luego por virgen,
y al final quedaron con que era gay.
Y se aferraron a su alrededor, 
con el afán de parecer cosmopolitas.

Los chicos se enteraron del falso rumor
y la tomaron con él.
Se alejaban de él cuando iban a las duchas del gimnasio,
hacían la bromita del jabón.
Empezaron a llamarle "maricón",
le esperaban fuera del instituto,
le perseguían, 
le insultaban 
y un día los más machos le pegaron una paliza en el portal de su casa.

Los padres estaban alarmados.
La infeliz madre le preguntaba con lágrimas en los ojos "¿Por qué no quieres darnos nietos?"
El padre le preguntaba con miedo si era homosexual.
(con miedo porque no quería ser el hazmerreír del bar de Paco y de todo el barrio).

Pero nunca dijo nada.

No le iban ni las mujeres 
ni los hombres. 

Pero era feliz con eso.


 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Reseña: Neil Gaiman - American Gods



Libro adquirido en la librería Pequod Llibres


(2001).

Hace un año.

- Uno de mis libros favoritos es... "El Vagabundo de las Estrellas", de Jack London.

- Pues me la leeré con mucho gusto. Siempre recomiendo un libro. Todos prometen leérselo, pero nadie lo ha hecho.

- Pues yo me lo leo. ¿Cuál es?

- "American Gods", de Neil Gaiman. Un libro sensacional, en el que mezcla dioses antiguos con el mundo moderno. Mega épico.

- Pues me lo pillo de la biblio y te digo que me ha parecido.

Un mes más tarde.

- Hola, amor.
- ¡Ey, perdona por el retraso! Veo que te estás leyendo "American Gods"... ¿Qué te parece?

- ¡Está bueno! Me gusta, me gusta.

Un mes más tarde.

- Me ha llegado a la libreria el "American Gods".

- ¿Pero te lo vas a leer, después de que te dejara ese impresentable?

- Bueno... Que remedio.

Medio año más tarde.

- ¡Lee algo! ¡Lee este libro!

- Tío, déjame en paz. Me leeré el libro que me de la gana. Mira, tengo el tocho este aquí, muerto de asco. Me lo voy a leer.

Un mes más tarde.

Qué pasada de libro.
De verdad.

American Gods, escrita por Neil Gaiman, conocido por escribir libros como "Coraline" o el guión del cómic "The Sandman", es una odisea.
Una gesta en la que un mortal debe cumplir tareas divinas. 
Un Hércules en la América del Norte del siglo veintiuno. 

American Gods es una guía de lugares insólitos de los EUA, un mapa de sus carreteras, un documental de sus ciudades. Una enciclopedia de dioses universales, un libro de Historia, una manual de gastronomía yanqui.

Es una novela multiusos, en la que la historia principal y pequeños relatos se interponen sin perder el hilo argumental y de igual calidad literaria. Un buen cocktail de humor (blanco y negro) y drama, pero poco exagerado. Donde acción y reflexión mantienen al lector enganchado a la lectura, sin olvidarnos de las pequeñas dosis de literatura erótica que encontramos dispersas por toda la novela. 

American Gods es un barco, con el lastre y las provisiones bien repartidos por todo el buque, que se dirige a un mundo nuevo, pero a la vez arcaico, sagrado y a la vez profano, inhóspito pero extrañamente familiar, que modificamos con nuestra carga cultural, religiosa y moral y convertimos en algo vivo que puede morir en cualquier momento, pero que sabemos que perecerá cuando el hombre desaparezca.
Y eso por ahora nos parece algo imposible, lejano.

Creemos ser inmortales.

Creemos ser dioses.



  

jueves, 25 de septiembre de 2014

Observaciones: Sobre la estética

No sé que les ven a los corsés.

En serio.
Mientras que hay gente que ve esto:





Otros vemos esto:





(debe ser que tengo una mente bastante retorcida o que mis gustos son realmente un "crimen estético".)
Pero me callo, porque perdería otra batalla de opiniones y gritos.
Me guardo estos dolorosos comentarios para mis adentros, como si se tratara de un corsé, y aprieto los dientes para evitar que se escapen. Aunque algún que otro hilillo se saliva se cuela y se derrite en el suelo, como si se tratara de ácido sulfúrico. 

Y vaya si ese poco de bilis negra causa daños. Quema al contacto con pieles ajenas, irrita cerebros y provoca aullidos de dolor y rabia.


El caso es que para mí, el corsé no es una prenda muy convencional. 

Vamos a ver, existe el corsé ortopédico (para la columna vertebral), que se usa en recuperación de post operatorios o de cierto tipo de cirugías o para mejorar la postura. 

Y luego está el corsé con lacitos y tiras de cuero que venden en tiendas de lencería o en sex shops.

...

Creo que ahora entiendo por qué se asocia el corsé con el masoquismo (el BDSM) (el fetiche de la lesión, provocada por uno mismo o por otra persona). 

Entonces, ¿quienes visten el corsé lo hacen porque les excita sexualmente sentirse asfixiados por una prenda que, en un contexto médico, tendrías prohibido quitártelo hasta que haya pasado un tiempo de recuperación, y tengas que pasarte un tiempo notando la carne de tu barriga apretujando tus costillas y tus órganos? 

Conclusión:

La especie humana y sus (irónicas) ambigüedades me sorprenden cada día más.

 

martes, 16 de septiembre de 2014

Observaciones: sobre la literatura


Eso de la kindle va a personas.
Mientras que algunas prefieren la pantalla.
Otras prefieren tener la nariz metida entre las hojas.
Inhalar profundamente.
Y oler mil historias.

Algunas prefieren comprar desde el sofá de casa.
Y otras optan por perderse por librerías,
pequeñas o grandes,
y sentirse como exploradores en busca de El Dorado. 

Al final lo que importa realmente es que la gente lea.
No importa si leen un clásico de la literatura griega
o una biografía de una celebridad adolescente
o una triología erótica.

Y para lecturas.

jueves, 13 de marzo de 2014

29/08/12_Lectura_El Guardián Entre El Centeno



 (1951)

Tras "Matar un ruiseñor" (1960), de Harper Lee, y darme cuenta de que me he convertido en un "ratón de biblioteca" (sé que en realidad es rata de biblioteca, pero me gustan más los ratones) decidí seguir leyendo... Pero, ¿qué podía leer ahora? Quería leer algún libro importante, de gran renombre. Pensé "¿Vuelvo a probar Joyce?". No. Aún estoy verde. Así que me puse a dar vueltas por las estanterias de casa de mis abuelos hasta que di con la obra maestra de Salinger. Recordé que en segundo de bachillerato hice un dictado en inglés, el profesor había elegido un fragmento de este libro ya que aquel día había muerto Salinger.
Aunque mi padre me avisara, empecé la lectura. Una semana con Jem, Scout y Atticus Finch y dos días con Holden Caulfield te hacen ver el mundo con otros ojos. No he leído nada nuevo, que me haya hecho cambiar de forma radical, pero me han servido para definir ciertas reflexiones que pululan por mi interior. Me he sentido identificada con ellos por ciertas actitudes que presentan. Pero no debo olvidar que son personajes de ficción, realmente con quien debo sentirme identificada son con los autores (Lee y Salinger). Desde hace ya bastante tiempo siento eso con Jack London. Pero, al leer sus biografías, me doy cuenta que tampoco debo hacer todo lo que ellos hicieron, simplemente tener en cuenta como llegaron a sus metas, como cumplieron sus objetivos. A aplicarme sus discursos como lecciones que quizás jamás haya recibido en las varias escuelas en las que me formé.

Nunca olvidaré la primera vez que leí Steinbeck. Fue en tercero de la ESO, el profesor de catalán (un buen hombre) nos dió a leer "Hombres y Ratones". Qué gran libro, fue con el primero que lloré. Las primeras veces siempre nos sorprenden. Como el hierro candente, se quedan marcadas en tu memoria de por vida. Son como los cráteres de la Luna, impactos de asteroides que hace tiempo dejaron de ser cuerpos sólidos para volverse parte del polvo cósmico/estelar que constituyen las galaxias.

Pero, antes de que empiece a divagar sobre cosas que no viene al cuento, os dejo dos fragmentos del libro en cuestión:

Capítulo 24 (de 26)

" - Y sé que esto no va a gustarte nada - continuó-, pero en cuanto descubras qué es lo que quieres, lo primero que tendrás que hacer será tomarte en serio el colegio. No te quedará otro remedio. Te guste o no, lo cierto es que eres estudiante. Amas el conocimiento. Y creo que una vez que hayas dejado atrás las clases de Expresión Oral y a todos esos Vicens...

- Vinson - le dije. Se había equivocado de nombre, pero no debí interrumpirle.

- Bueno, lo mismo da. Una vez que los dejes atrás, comenzarás a acercarte - si ése es tu deseo y tu esperanza- a un tipo de conocimiento muy querido de tu corazón. Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a quien la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en este sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía."




"Eso es lo malo. Que no hay forma de dar con un sitio tranquilo porque no existe. "

sábado, 8 de marzo de 2014

07/08/12_Lectura_La Esfinge de los hielos



Libro adquirido en la librería Pequod Llibres

(1897)

Vaya veranito, calor, mal humor y tonterias varias. Menos mal que uno se puede estar en casita, comiendo helados, bebiendo zumo y disfrutando del (poco) aire que nos llega.
También es época de salir y disfrutar del sol, de hacer otras cosas distintas, para descansar de la rutina a la que estamos condenados durante el año escolar/laboral. La gente se va de la ciudad, o manda a los niños de colonias o con los abuelos, la gente se va de viaje...
O se tienen accidentes.
Como servidora.

Pues nada, que no he podido mover la pata durante unos cuantos días que han resultado eternamente aburridos y poco provechosos. El plan: saco de hielo encima del tobillo y a leer.

Un título tan misterioso como "La Esfinge de los hielos" me causó gran curiosidad.
Pero, ¡diablos! No me esperaba esto del señor Verne. Su libro es una especie de "spin-off" de una novela de Edgar Allan Poe conocida como "Las Aventuras de Arthur Gordon Pym" (que también compré recientemente y está para leer). ¡Huyo de las aventuras marítimas de Jack London para que ahora el autor francés me mande de vuelta nada menos que al círculo antártico! Pero no me arrepiento de haber vivido semejante aventura. Recomiendo el libro y acabo este post con un pasaje:

"¡No...! No era admisible que fuéramos juguetes de una ilusión, y, sin embargo, extraño temor atormentaba a nuestro espíritu; pero, después de todo, ¿no es natural que el corazón sea asaltado de mil dudas cuando se llega al objeto tan ansiosamente perseguido?"



The Elder Scrolls: Skyrim. Original Soundtrack - Aurora 
(compuesta por Jeremy Soule)

miércoles, 26 de febrero de 2014

17/07/12_ Lectura_El vagabundo de las estrellas.




Libro adquirido en la librería Pequod Llibres


 (1915)


Capítulo 21 (de 22)

 "Sin embargo, cuando reflexiono sobre todo esto, llego a la conclusión de que lo más maravilloso de la vida, de todas las vidas, para mí, y para todos los hombres, ha sido, es y será la mujer, mientras las estrellas brillen en el firmamento y el flujo eterno prosiga su curso. Más grandiosa que nuestras hazañas y empeños, que la invención y la fantasía, que la batalla, la contemplación de las estrellas y el Misterio, mucho más grandioso ha sido la mujer.

   A pesar de haberme cantado falsas melodías y de haber sujetado mis pies a la tierra, a pesar de haber dirigido mis ojos, ansiosos por contemplar el vagabundear de  las estrellas, siempre hacia su rostro, a pesar de todo, ella, la protectora de la vida, la madre tierra, me ha dado mis más grandiosos días y mis noches más gloriosas, me ha otorgado la plenitud de los años, Incluso he imaginado el Misterio en sus formas, y en el mapa de las estrellas he situado su figura.


  Todos mis esfuerzos y hallazgos conducen a ella; en todos mis lejanos sueños aparece ella. Cuando descubrí el fuego y encendí la hoguera fue por ella. Y, aun sin saberlo, también por ella puse la estaca en el hoyo para cazar al viejo tigre Colmillo Afilado, domé el caballo, maté al mamut y dirigí a los renos hacia el sur al llegar el deshielo. Por ella cultivé el arroz salvaje y sembré cebada, trigo y maíz.


  Por ella y por la semilla  que portaba en su interior, hecha a su imagen, he muerto en las copas  de los árboles y he soportado largos asedios en las cuevas y sobre los muros. Por ella coloqué los doce signos en el firmamento. A ella adoraba al inclinarme ante las diez piedras de jade, rindiendo culto a las lunas de gestación.Mis ansias por peregrinar siempre me han arrastrado por los caminos luminosos; y siempre las sendas pobladas de estrellas me han devuelto hasta ella, la eterna figura, la mujer, en cuyos brazos era capaz de olvidar las estrellas.


  Por ella salí indemne de odiseas, escalé montañas, crucé desiertos; por ella partí a cazar y dirigí batallas; y sólo por ella y para ella entoné canciones sobre mis hazañas. El éxtasis de la vida y las rapsodias del deleito fueron míos gracias a ella. Y ahora, al final de mis días, puedo asegurar que jamás he conocido una locura tan dulce y profunda como la de hundirme en la fragante e inolvidable gloria de su pelo."



 [...] 

 "Era una niña, pero era hija de todas las mujeres como lo fue su madre antes que, ella, y era la madre de todas las mujeres que vivieron después. Ella era Sar, la diosa del maiz; era Ishtar, que conquistó la muerte; era Sheba y Cleopatra, Esther y Herodias. Ella era la Madre de Jesús y María Magdalena, era Marta y su hermana María. Y era Brunilda y Ginebra, Isolda y Julieta, Eloisa y Nicoleta. Sí, y era Eva, y Lilit, y Astarté. Tenía once años y era todas las mujeres que habían existido y todas las que existirían.

  Estoy sentado en mi celda ahora, mientras las moscas zumban en esta somnolienta tarde de verano, y sé que me queda poco tiempo. Pronto me vestirán con la camisa sin cuello. Pero... tranquilo, corazón mío. El espíritu es inmortal. Después de la oscuridad viviré de nuevo, y habrá otras mujeres en las numerosas vidas que viviré. Y aunque las estrellas pasen y los cielos mientan, siempre permanecerá la mujer, resplandeciente y eterna, la única mujer, y yo, bajo todas mis máscaras y desventuras, yo, el hombre, seré su eterno compañero."



Ash Ra Tempel - Suche and Liebe 
 (Búsqueda y Amor)

https://www.youtube.com/watch?v=mTPNzFlpWWY


27/02/14

Aún sigo recordando como me impactó este libro. 
Tuve que pasar el verano del 2012 en casa por culpa de un esguince en el tobillo. Devoré libros (de los que escribí una reseña para cada uno e iré publicando). 
Es un libro escrito por un soñador y dedicado a soñadores que no temen la realidad. Que abandonan cada día la seguridad de su cama y de sus sueños y se enfrentan al mundo. 

Jack London no tuvo una vida fácil ni larga. Nació en 1876 en San Francisco y murió en 1916 en Glen Ellen, California, por causas aún no específicas (algunas fuentes insisten que se suicidó, otras dicen que murió de una enfermedad, quizás tuberculosis y otras que pereció bajo una sobredosis de morfina). Nunca llegó a obtener la fama que se le otorgaría tras su muerte. Nunca vería una de sus obras maestras convertirse en película (Colmillo Blanco).

Pero, ya veis, algunos sólo son reconocidos cuando deciden (o lo decide el destino) abandonar el mundo antes de tiempo. 

Así de cruel es a veces el mundo.


sábado, 15 de febrero de 2014

14/01/2014 - Fanfic Crossover: Un vagabundo en el Mundo Onírico (Lovecraft/London) FIN



 Se disfrazó y entró, con timidez, al interior de la gruta. Un viento suave y fresco parecía susurrarle al oído secretos indescifrables, pronto aquella corriente se fue disipando y empezó a reconocer el canto de un ruiseñor y el roce de las hojas de un roble mecidas por el viento de un atardecer de setiembre. Standing no se lo podía creer. Había vuelto al mundo vigil. Al salir de la gruta se volvió para comprobar si todo aquello había sido real. El cofrecillo seguía en el bolsillo de su abrigo. Recordó la misión. Los susurros le guíaban por un camino que lo condució hasta una casa que en tiempos remotos había sido el hogar de la familia Carter. Pero ahora no era más que ruina. Standing, aún atemorizado por la idea de ser descubierto, se refugió en el bosque y esperó al anochecer. Durante el transcurso del día se fue dando cuenta que no existía ninguna evidencia de vida humana por aquellos lares. El ambiente no era favorecedor, le recordaba a los cuentos de brujas horrendas que le solía contar su abuela. Pero era extraño que nadie se hubiera molestado en cuidar de aquella casa. Ni siquiera su heredero: Randolph Carter. Standing pudo percibir unos fuegos fatuos que danzaban alrededor de las ruinas de la casa. A aquello no le tenía miedo, venía de la Tierra de los Sueños, donde aquel tipo de espectro era apreciado por el encanto de sus movimientos. Al comprender la ausencia de mortales del lugar, se acercó con seguridad a la antigua propiedad y entabló conversación con los seres del inframundo. Buscaba respuestas sobre el paradero de Randolph Carter. 

"Todos sabemos que vive con el iluminado Warren". Dijo una de las almas. "Mas en realidad su hogar está en Boston."

Standing contó a sus pares (ya que el también se consideraba un fantasma) sobre la misión, los fuegos fatuos se comprometieron en su causa y avisaron al resto de criaturas de los alrededores que se debía cumplir el objetivo lo antes posible. Brownies, hadas, gnomos, dríadas hicieron correr la voz hasta que llegó a los oídos del viejo Goody Fowler, el brujo más respetado de aquella zona. El anciano, que había estado viviendo precisamente el Ulthar durante su juventud, decidió ayudar a Standing utilizando su magia para teletransportarle hasta Boston. Antes de que enviara al emisario a su destino dijo:

"Siempre supe que Randolph Carter era especial, lo supe desde el día que le vi entrar por primera vez a la gruta de las serpientes y me encontró volviendo de la Tierra de los Sueños. Resultó tan fuerte la impresión que le causó ver la puerta a otro mundo abierta de par en par que desarrolló poderes sobrenaturales... Hace mucho que no visita estos lares, ya nadie viene por aquí y noto que el misterio del lugar se va disipando y, con él, mi poder. Debes encontrarle pronto, Darrel Standing, y debes convencerle que regrese a su tierra natal, la Tierra de los Sueños, y preservar la magia que sus ancestros han estado practicando durante decenios.
Ahora, ve."

Un aura púrpura rodeó a Standing y se hizo tan insoportable que tuvo que cerrar con fuerza los ojos. Cuando recobró la vista se encontraba en un lúgubre callejón de Boston. Se había hecho de noche y la calle era frecuentada por tres o cuatro marineros borrachos que iban buscando una cama donde dormir. Standing, comprobando que mantenía su disfraz, abandonó el lugar de invocación y comenzó su nueva búsqueda. ¿Dónde debía vivir Randolph Carter? ¿Cerca o lejos del puerto? ¿del mercado? ¿de la zona de ocio? No tenía mucho tiempo. Pensó en hacerse pasar por mensajero, pero no le favorecía ni la hora ni el paquete que debía entregar. Mientras pensaba apoyado en un muro se fijó en un gato negro que estaba paseando cerca suyo. Eso es. Los gatos le podían ayudar. Se acercó al felino y empezó a emplear el código secreto de las patrullas de Ulthar. Los marineros ebrios, al ver a Standing comportarse de forma extraña con el minino, empezaron a reírse de él y a amenazarle alzando las botellas vacías. Darrel, recordando eventos trágicos y violentos que pertenecían a su pasado, decidió ignorar los insultos de aquellos borrachos. Pero los hombres de mar no paraban y comenzaron a lanzar botellas contra el gato que huyó aterrorizado. Standing, al ver su única esperanza desaparecer entre las sombras de las casas, se montó en una colera terrible similar a la de un ghoul hambriento. Los marineros, satisfechos con la reacción del emisario, se abalanzaron contra él. Pero, antes de que pudieran entablar una sangrienta pelea, un policía se interpuso.

"Ya estáis de nuevo buscando líos, no?"

Los hombres de mar reaccionaron al darse cuenta que estaban frente un hombre de la autoridad. Standing aprovechó para ir tras el gato, pero la repentina huida llamó la atención del policía y este comenzó a seguirle.

"En nombre de la guardia portuaria de Boston, detengase!"

Pero Darrel, encegado por la ira y el pánico, corría sin saber adonde iba e ignorando las las órdenes del policía. Aquella ciudad se le hacía demasiado grande, todas las calles era iguales. Le recordó a Dylath Leen..... ¡La Tierra de los Sueños! ¡El gato! ¡La misión! Se frenó en seco y se giró hacia el policía. El oficial frenó en seco, asombrado por el extraño comportamiento del desconocido. Cuando ambos se recuperaron de la carrera, el policía, sin perder la compostura, se preparó para interrogar a su fugitivo. Darrel, temiendo ser descubierto, no paraba de tocarse la cara, de palpar sus falsas protuberancias. 

"¿Usted no es de la ciudad, verdad?", dijo el oficial.

"No... "

"Decía yo... No tema, no le voy a arrestar... Pero, si vuelve a desobedecerme..."

El oficial condujo a Standing hasta una comisaría, en la que le interrogarían acerca de su procedencia.
Darrel, mientras seguía las indicaciones de su captor, miraba hacia los techos de las casas y se fijó que el cielo estrellado de aquella noche de otoño era demasiado hermoso para ser de este mundo. Habían demasiadas estrellas de muchos colores y muy resplandecientes. Incluso parecían hacerse cada vez más y más grandes. Como si fueran a lanzarse sobre ellos.

"¿Pero que!?", gritó el oficial.

Entonces, Standing se fijó que aquellas estrellas eran en realidad los ojos de miles de gatos que habían acudido a su llamada. El policía quedó atrapado en aquella marea felina que agarró con suavidad a Darrel. Los gatos le acompañaron hasta el hogar de Carter y, con sus afiladas uñas, abrieron la puerta. Darrel corrió escaleras arriba hasta llegar al ático en el que debía dejar el cofre que Carter debía encontrar.

Una vez se deshizo del cofre, Standing sintió un fuerte escalofrío que le recorrió toda la espalda. Un viento de orígen desconocido le rodeó y comenzó a formarse un espiral de polvo y restos de despojos de algún libro que había sido olvidado en el ático. Darrel se tapo la cara con fuerza. Aquél tornado giraba tan rápido que el viento silbaba violentamente. Pero aquél molesto pitido no duró mucho. Cuando Standing abrió los ojos, derramó una o dos lágrimas. Volvía a estar en aquél maravilloso lugar. Los gatos de Ulthar le recibieron con ronroneos de alegría y Dhom sonrió satisfecho.
Darrel y sus amigos regresaron a Ulthar, donde el hombre ratón le esperaba impacientemente. 

"¿Lo logró, señor Starrell!?"

"Sí, mi amigo."

"Celebro oírlo. ¿Y ahora, que debemos hacer?"

"¿Qué tal comprar esa casita que hay al lado del río Skai?"


domingo, 9 de febrero de 2014

5/05/2013 - Fanfic Crossover: Un vagabundo en el Mundo Onírico (Lovecraft/London) PARTE 2


Darrell comenzó a interrogarle sobre todo lo que le estaba sucediendo ya que llegó a la conclusión de que su existencia en aquel mundo había sido invocada por su misterioso anfitrión. El anciano, frente la excitación de su invitado, rió torpemente, tosió y se repuso.

"Sé muy bien que os encontráis confuso... Si ahora os contara todo, no lo asimilaríais correctamente y os volveríais preso de una locura eterna, producida por Nyarlathotep, el caos reptante...
Pero debéis saber que os encontráis en La Tierra de los Sueños y que yo soy Edmund Carter..."

Aquel nombre le era completamente desconocido. Pero le inquietaba más el nombre del mundo en el que se encontraba. 

"Señor Standing... Usted ha pasado por un calvario horrible, impropio de la conducta humana... Fue castigado injustamente por un delito del que jamás fue participante... Pero, a pesar de todas las torturas que ha sufrido, de las infinitas horas de soledad y oscuridad... Usted nunca se hundió y, gracias a sus dos compañeros, usted logró lo imposible... Abandonar el cuerpo y las dimensiones del espacio y del tiempo..."

Standing sabía a que se refería: a sus viajes astrales, sus experiencias extracorporales. A cuando vivió varias vidas anteriores. Sonrió al recordar la frustración de sus captores al verle tan aserenado a pesar de encontrarse atrapado en una camisa de fuerza y aislado de todo el mundo.  Pero seguía sin saber cual era su vínculo con aquellos parajes y con ese caballero. 

"Es por ese coraje de abandonar el mundo vigil... y arriesgarse a ser atrapado por el hambriento Azathoth, el sultán de los demonios, o por cualquier otro ser pertenciente al caos... Que estáis aquí, bajo mi techo... Usted es el candidato perfecto para mi objetivo..."

El ex-convicto, tras sentir un escalofrío ya que aquel anciano había osado citar un nombre que jamás se debe pronunciar, se sintió aterrado por los riesgos que podrían suponer su próxima odisea. El anciano se levantó dificultosamente de su asiento y, a pequeños pasos, se dirigió a una elegante estanteria hecha de caoba y cogió un cofrecillo de adornos horrendos que emanaba un aroma provinente de una especia desconocida.

"Vuestra misión es... regresar al mundo vigil y, aprovechando la ausencia de mi nieto en su hogar, (ahora mismo está viviendo con un amigo suyo conocido con el nombre de Howard Phillips Warren)... deberéis esconder este cofrecillo en el ático... No debéis temer por el resto..."

El anciano se detuvo en seco, su mirada estaba en blanco. Algo le ocurría. 
Edmund Carter volvió en sí y observó a su invitado, esbozando una triste sonrisa.

"Pronto... Debe hallar donde vive mi nieto... La Tierra de los Sueños le reclama, le necesitamos... Mi nieto responde al nombre de Randolph, Randolph Carter..."

Dichas estas palabras, el anciano se descompuso a una velocidad sobrenatural. El horrendo espectaculo aterrorizó a Standing y huyó de aquella casita como si hubiera visto al mismisimo Yog-Sothoth. Fuera, los gatos y Dhom le aclamaban y Standing les contó toda la conversación. Los gatos, deseosos de ayudar, maullaron de pena al no poder aportar información a su amigo. Pero Standing les agradeció su hospitalidad acariciando varios de sus lomos. Dhom, demostrando una inteligencia similar a la de un humano, propuso a su protegido de hacerse un disfraz, para poder recorrer el mundo vigil sin ser reconocido como Darrell Standing, preso ejecutado con la soga en el centro penitenciario de San Quintin, en 1916. Standing aceptó la propuesta de su fiel guardaespaldas y se creó una nueva identidad. Los gatos le contaron que cerca de su amada ciudad estaba el bosque encantado y que en lo más profundo de este había una gruta de la que muchos humanos habían entrado y salido por milenios. Pero la mayoría jamás volvía a aquella cueva ya que caían presos de los despreciables Zoogs, habitantes y guardianes del bosque encantado, o del más hermoso de los olvidos, similar a la fragancía del loto que hizo que Hercules olvidara el camino de regreso a su Itaca. Los capitanes de las brigadas felinas de Ulthar seleccionaron de sus guerreros los más fieros para que acompañaran a Standing y a Dhom a la gruta del bosque encantado. Darrell volvió a mostrar su gratitud hacia sus amigos felinos y esta vez encargó a Dhom que comprara en la mejor pescadería de Dylath-Leen un barril de pescado fresco. Al atardecer Standing y su escolta habían regresado al navío y narraron todo lo ocurrido al resto de la tripulación. 
Antes de que el sol saliera, un grupo de gatos se presentaron frente la galera, rascando con suavidad la pared del barco. El ex-convicto abandonó de nuevo su transporte acompañado de Dhom y abandonaron Dylath-Leen. Al dejar atrás Ulthar, Standing se juró que algún día volvería y ahí pasaría sus días hasta que la vejez le consumiera.

Sin abandonar el curso del río Skai, la patrulla llegó al bosque encantado del que emanaban unos vapores de color esmeralda y los hongos iridiscentes brillaban con el rocío matinal. Cuando atravesaron los primeros árboles, los gatos se erizaron y empezaron a gruñir. Dhom sabía la causa del malestar de los felinos. Zoogs. 
De entre los arbustos y los troncos aparecieron una manada de unas criaturas parecidas a ratones, pero con el morro provisto de tentaculos con vida propia. Por los silbidos y chirridos que entonaban, Standing y los suyos no eran bien recibidos. Los Zoogs podrían haber atacado en cualquier momento, pero sabían que los gatos no eran fáciles de derrotar y preferían pactar algún acuerdo del que pudieran sacar algún que otro beneficio. Un Zoog se acercó a Standing y le habló en un humano difícil de comprender.

"¿Qué buscas en nuestro bosque, intruso?"

Dhom contestó por él. Sus pezuñas y sus astas impresionaban a unas bestezuelas tan pequeñas como los Zoogs. El semihumano les dijo con gruñidos que estaban buscando cierta gruta misteriosa de la que salían humanos. Los Zoogs se estremecieron, no del miedo, sino de indignación. Para aquellos habitantes del bosque encantado, aquél lugar era secreto. Los gatos sonrieron con impertinencia y comprendieron que sus enemigos eran unos excelentes espías, como lo son todos los felinos del mundo, sin importar el tamaño ni el color, a los que más vale no infravalorar. Aquellos roedores repugnantes no tuvieron más posibilidad que conducir a aquellos intrusos a su mejor secreto. 
Aquella gruta misteriosa se encontraba en lo más profundo del bosque mágico, camuflada entre maleza y musgo fosforesescente. Standing se acercó a la entrada, de la que salía un aire húmedo y frío que le puso la piel de gallina. Dhom y los gatos de Ulthar se quedaron entre los árboles. Standing se giró una vez más, el semihumano asintió a su amo a modo de saludo. Darrel comprendió que debía seguir sólo. 

miércoles, 15 de enero de 2014

21/01/2013 - Fanfic Crossover: Un vagabundo en el Mundo Onírico (Lovecraft/London) PARTE 1


 Un Vagabundo en el Mundo Onírico.
 Un encuentro entre Jack London y H.P. Lovecraft

Tras el último crujido, Darrell Standing despertó sobresaltado en un lecho que le resultaba vulgarmente familiar, a pesar de que se encontraba en una tierra desconocida no sólo para él, sino para casi toda la humanidad. Se encontraba en el segundo piso de una casita de paredes blancas y techo bajo. Lo primero que vio por la ventana fue el retrato de una ciudad portuaria de las que abundan por el sur de Europa. Hacía rato que había amanecido y la actividad mercantil se encontraba en su hora punta.
Standing había despertado en Celephaïs, la ciudad más hermosa del mar Cerenario.
Lo primero que hizo fue reincorporarse y rascarse el cogote. Se encontraba muy confuso. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí? ¿Acaso hace unos instantes no se encontraba en la sala de ejecuciones del centro penitenciario de San Quintín con la soga en el cuello? Ahora se hallaba en una cómoda cama con una privilegiada vista de una ciudad desconocida. ¿Habría muerto? Imposible, todo le era muy, demasiado real. Alguien llamó a la puerta y la entreabrió un poco, sólo pudo oir una vocecilla que le decía:

"¿Va a querer usted desayunar antes de partir hacia Dylath-Leen, señor Starrell?"

Aquella voz también le resultaba cercana, pero no lograba recordar nada, la soga le había bloqueado la glándula pineal, pero no del todo. Standing, sin dudarlo, se levantó vagamente de la cama, se arregló, se vistió y descendió al piso inferior. Allí pudo descubrir un poco más sobre su ubicación: aquella casita era una posada que, a diario, acogía marineros y mercaderes de todas las regiones, desde Thalarion hasta la inhóspita Thorabon. Entonces, la voz que le había arrancado de su lecho volvió a sonar detrás suyo, se giró y le dio un escalofrío al descubrir el rostro de su despertador: se encontraba frente un hombrecillo de la altura de un barril de vino, de tez peluda y mejillas saltonas, como las de un hamster, muy bien vestido y bien peinado.

"¡Señor Starrell, como no se apresure, llegaremos tarde a nuestra cita en Dylath-Leen!"

Darrell reconoció aquel homínido, había sido amigo suyo durante su más temprana infancia, hasta que sus padres le enseñaron a leer libros, pero no sobre historias fantásticas ni aventuras, sino libros sobre religión y sobre otras ciencias que apagan el fuego de la imaginación. Ignoraba su nombre, pero se alegró de aquel reencuentro, aunque ahora las facciones de su amiguito fueran tan reales que llegaran a ser algo repugnantes. También recordó que en aquella tierra su nombre era Starrell. La rolliza tabernera semihumana le sirvió un copioso desayuno hecho a base de una tortilla hecha con un huevo de un pájaro de raza desconocida, arroz de Toldees y una taza de té de Beeksheba, la ciudad de las especias. Standing no tuvo tiempo para saborear aquellas delicias ya que su fiel amigo le insistía a base de suaves tirones a su camisa. Abandonaron la posada y andaron por los exóticos muelles de Celephaïs hasta detenerse frente una modesta galera. Aquel transporte era suyo, aunque nunca lo hubiera visto. El hombre roedor silbó y de la cubierta apareció otro ser no menos extraño que su acompañante. Este avisó al resto de sus compañeros en absoluto silencio. En menos de un minuto habían aparecido otras cinco criaturas que ayudaron a Standing y su amigo a subir a la galera.

"Dígales a estas bestias que ponemos rumbo hacia Dylath-Leen, señor Starrell."

Insistió el hombre roedor. Standing repitió, con palabras más amables, lo que había dicho su compañero y su tripulación comenzó los preparativos. Su equipo estaba compuesto de una única raza: todos ellos tenían aspecto de fauno, pero eran de pelo mucho más oscuro que los de la mitología greco-romana, además que sus rasgos faciales le recordaban a los de sus colegas de prisión de procedencia africana.
Cuando la galera partió, contempló cómo se alejaban de la alegre Celephaïs. La brisa del mar Cerenario le acariciaba la cara y los pulmones se le llenaron de un aire cargado de salitre. Se sentía libre, pero triste, ya que se encontraba lejos de su patria.
Los vientos fueron favorables y el navío llegó antes de lo previsto a la ciudad de Dylath-Leen.
Cuando Standing abandonó el barco, también lo hizo su amigo de infancia, que prefería esperar en la cubierta.

"No es por usted, señor Starrell, pero esta ciudad tiene algo que a los roedores como yo no nos gusta."

Y hacía bien en no dejar el barco y su tripulación, pues Dylath-Leen se encontraba en territorio de los gatos, cuya sede estaba en el encantador pueblo de Ulthar, no muy lejos de la ciudad portuaria. Standing no tenía muy claro cual era su objetivo y empezó a pasearse por el muelle, esperando alguna señal. El roedor le observaba inquieto desde la galera, deseaba descender del navío e indicarle a su amigo que debía hacer, pero un gato atigrado le observaba desde el techo de una taberna, relamiéndose las patas. El ex-convicto observaba el interior de las posadas, pero nadie parecía esperar su llegada. El día fue transcurriendo y Standing regresó a su galera cuando el sol se encontraba en medio del firmamento. Su tripulación estaba preparando la comida y se unió a los semihumanos. Su fiel amigo volvió a tirar de la manga de la camisa para captar su atención.

"Señor Starrell, si no fuera por esos dichosos gatos, le habría ayudado a obtener información sobre su precipitada cita con cierto caballero de procedencia misteriosa."

Standing no recordaba nada de una cita.

"Sí, hace un mes, cuando usted aún estaba cerrando negocios en Celephaïs, llegó a mis manos un mensaje de un caballero, concertando una reunión en su ciudad natal, en la que estamos ahora mismo, para este día. Pero no veo a nadie que acuda a nuestra galera."

Standing asintió y decidió esperar en la cubierta. El gran gato atigrado seguía esperando en el techo, deseando poder capturar al hombre ratón. Él siempre había sido un gran amante de los animales y, al percibir la presencia del felino, decidió darle algunas sobras. Bajó del barco con un platito con restos de un alimento similar al pollo del mundo vigil. Aunque el gato se encontrara en un techo, olió la comida y descendió de su puesto con una velocidad y una gracia propia de su raza. En menos de diez segundos Standing acariciaba el lomo de aquel hermoso ejemplar atigrado, satisfecho por haber entablado amistad con un animal menos fantástico en un mundo de quimeras. Pero, para su sorpresa, cuando el gato dejó de comer, se relamió los bigotes y le habló con una voz ceremoniosa, propia de un hombre ya anciano y noble.

"Me ha convencido, este delicioso alimento es mucho más apetitoso que el que podía representar su obeso y bigotudo amigo. Le agradezco su hospitalidad y me veo con el deber de devolverle el favor. ¿Qué puedo hacer por usted?"

Standing le habló de su misteriosa cita y el felino, pensativo, observó el cielo y la ciudad que se erigía detrás suyo.

"Los gatos estamos al corriente de su encuentro, señor Starrell. Sabemos dónde debe ir. Si lo desea, le puedo llevar a su punto de reunión. Y, si su amiguito lo desea, le puede acompañar."

Pero el hombre ratón negaba con la cabeza, como hacen los hamsters cuando se acicalan, desde lo alto de la cubierta. Pero envió a uno de los semihumanos para que protegiera a Standing.
Así, el ex-convicto, el gato y el antropomorfo empezaron un tranquilo y agradable paseo por Dylath-Leen, que respiraba la calma de la hora de la siesta. Subieron por calles empinadas que, debido a su monocromía, se hacían eternas y fatigantes. Pero ni Darrell ni su guardaespaldas desistieron. El gato no se giró hasta que llegaron frente un arco que servía como entrada y salida de Dylath-Leen, con dirección hacia Ulthar.

"Su anfitrión no es que sea muy lúcido, amigo humano, ya que le convocó cita en su villa en Ulthar, no en esta ciudad. Yo debo quedarme aquí, como capitán del escuadrón de gatos de Dylath-Leen, pero el camino que os espera no es arduo. Cuando lleguéis al pueblo de los gatos, entonad la siguiente melodía que os silbaré. Acudirán a ustedes mis camaradas que le facilitaran su trayecto."

Standing acarició por última vez el lomo de su amable guía, este ronroneó y volvió por donde había venido. El semihumano, bautizado con el nombre de Dhom, le indicó la dirección que debían tomar.
El crepúsculo había llegado a su hora punta y las primeras estrellas brillaban en el firmamento cuando Darrell llegó a las cercanías de Ulthar, aunque su recorrido había sido más pausado ya que estaba maravillado con los hermosos valles verdes regados por la dulce corriente del río Skai, las bucólicas casitas desperdigadas por toda aquella extensión y el canto de los pajarillos y de otros animales. Por primera vez, Standing deseó quedarse en aquel mundo. Deseó comprar una de esas casitas y dedicarse al cultivo y a la vida de granja. Y a escribir poemas sobre la belleza de aquel paraje de ensueño...
Dhom hizo un gesto a su protegido para avisarle de su llegada a Ulthar. En la entrada del pueblo le esperaba una manada de gatos que miraban con malas caras al semihumano. Standing silbó la melodía que le había favorecido el gato de Dylath-Leen. Una vez reconocieron la tonada, los felinos recibieron al ex-convicto frotándose en sus piernas y ronroneando, y no volvieron a bufar ni a gruñir a su acompañante, aunque este les mirara con cierto apetito. Los gatos de Ulthar, tras saber la situación de su aliado, comenzaron a pasar mensajes de búsqueda de su misterioso anfitrión. Pasó un buen rato hasta que apareció una gata negra, confirmando el paraje del caballero que Standing buscaba. Vivía en una villa localizada en la parte superior del pueblo, muy bien cuidada y que, por los adornos que había en el jardín, vivía un ser humano. Los gatos acompañaron al ex-convicto hasta la casita. Standing, nervioso, se acercó a la entrada de la casa. Cuando llegó a la puerta, antes de que llamara, una voz le invitó a pasar. Se giró y contempló a sus amigos felinos y su guardaespaldas, que le esperaban con inquietud detrás de la valla blanca que delimitaba el jardín con la callejuela. Standing entró en la villa y se encontró un hombre muy anciano, demasiado para que pudiera seguir vivo, sentado en una silla mecedora, junto una mesita, bebiendo un néctar de color púrpura. La casita estaba iluminada con unas velas doradas que emanaban un vapor balsámico, quizás era aquello lo que conservaba aquel anciano bicentenario.

"Le esperaba... señor Standing..."

Continuará.