Siempre fue distinto.
Lo de matarse a pajas con una peli porno no le parecía divertido,
no le veía emoción mangar revistas guarras al bueno de José, el quiosquero de la esquina,
no le ponía cachondo oír las aventuras sexuales de sus compañeros,
no soportaba oír como violaban la intimidad de sus compañeras.
Pero nunca dijo nada.
Las chicas sabían que había raro en él.
Primero le tomaron por mojigato,
luego por virgen,
y al final quedaron con que era gay.
Y se aferraron a su alrededor,
con el afán de parecer cosmopolitas.
Los chicos se enteraron del falso rumor
y la tomaron con él.
Se alejaban de él cuando iban a las duchas del gimnasio,
hacían la bromita del jabón.
Empezaron a llamarle "maricón",
le esperaban fuera del instituto,
le perseguían,
le insultaban
y un día los más machos le pegaron una paliza en el portal de su casa.
Los padres estaban alarmados.
La infeliz madre le preguntaba con lágrimas en los ojos "¿Por qué no quieres darnos nietos?"
El padre le preguntaba con miedo si era homosexual.
(con miedo porque no quería ser el hazmerreír del bar de Paco y de todo el barrio).
Pero nunca dijo nada.
No le iban ni las mujeres
ni los hombres.
Pero era feliz con eso.
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