Se disfrazó y entró, con timidez, al interior de la gruta. Un viento suave y fresco parecía susurrarle al oído secretos indescifrables, pronto aquella corriente se fue disipando y empezó a reconocer el canto de un ruiseñor y el roce de las hojas de un roble mecidas por el viento de un atardecer de setiembre. Standing no se lo podía creer. Había vuelto al mundo vigil. Al salir de la gruta se volvió para comprobar si todo aquello había sido real. El cofrecillo seguía en el bolsillo de su abrigo. Recordó la misión. Los susurros le guíaban por un camino que lo condució hasta una casa que en tiempos remotos había sido el hogar de la familia Carter. Pero ahora no era más que ruina. Standing, aún atemorizado por la idea de ser descubierto, se refugió en el bosque y esperó al anochecer. Durante el transcurso del día se fue dando cuenta que no existía ninguna evidencia de vida humana por aquellos lares. El ambiente no era favorecedor, le recordaba a los cuentos de brujas horrendas que le solía contar su abuela. Pero era extraño que nadie se hubiera molestado en cuidar de aquella casa. Ni siquiera su heredero: Randolph Carter. Standing pudo percibir unos fuegos fatuos que danzaban alrededor de las ruinas de la casa. A aquello no le tenía miedo, venía de la Tierra de los Sueños, donde aquel tipo de espectro era apreciado por el encanto de sus movimientos. Al comprender la ausencia de mortales del lugar, se acercó con seguridad a la antigua propiedad y entabló conversación con los seres del inframundo. Buscaba respuestas sobre el paradero de Randolph Carter.
"Todos sabemos que vive con el iluminado Warren". Dijo una de las almas. "Mas en realidad su hogar está en Boston."
Standing contó a sus pares (ya que el también se consideraba un fantasma) sobre la misión, los fuegos fatuos se comprometieron en su causa y avisaron al resto de criaturas de los alrededores que se debía cumplir el objetivo lo antes posible. Brownies, hadas, gnomos, dríadas hicieron correr la voz hasta que llegó a los oídos del viejo Goody Fowler, el brujo más respetado de aquella zona. El anciano, que había estado viviendo precisamente el Ulthar durante su juventud, decidió ayudar a Standing utilizando su magia para teletransportarle hasta Boston. Antes de que enviara al emisario a su destino dijo:
"Siempre supe que Randolph Carter era especial, lo supe desde el día que le vi entrar por primera vez a la gruta de las serpientes y me encontró volviendo de la Tierra de los Sueños. Resultó tan fuerte la impresión que le causó ver la puerta a otro mundo abierta de par en par que desarrolló poderes sobrenaturales... Hace mucho que no visita estos lares, ya nadie viene por aquí y noto que el misterio del lugar se va disipando y, con él, mi poder. Debes encontrarle pronto, Darrel Standing, y debes convencerle que regrese a su tierra natal, la Tierra de los Sueños, y preservar la magia que sus ancestros han estado practicando durante decenios.
Ahora, ve."
Un aura púrpura rodeó a Standing y se hizo tan insoportable que tuvo que cerrar con fuerza los ojos. Cuando recobró la vista se encontraba en un lúgubre callejón de Boston. Se había hecho de noche y la calle era frecuentada por tres o cuatro marineros borrachos que iban buscando una cama donde dormir. Standing, comprobando que mantenía su disfraz, abandonó el lugar de invocación y comenzó su nueva búsqueda. ¿Dónde debía vivir Randolph Carter? ¿Cerca o lejos del puerto? ¿del mercado? ¿de la zona de ocio? No tenía mucho tiempo. Pensó en hacerse pasar por mensajero, pero no le favorecía ni la hora ni el paquete que debía entregar. Mientras pensaba apoyado en un muro se fijó en un gato negro que estaba paseando cerca suyo. Eso es. Los gatos le podían ayudar. Se acercó al felino y empezó a emplear el código secreto de las patrullas de Ulthar. Los marineros ebrios, al ver a Standing comportarse de forma extraña con el minino, empezaron a reírse de él y a amenazarle alzando las botellas vacías. Darrel, recordando eventos trágicos y violentos que pertenecían a su pasado, decidió ignorar los insultos de aquellos borrachos. Pero los hombres de mar no paraban y comenzaron a lanzar botellas contra el gato que huyó aterrorizado. Standing, al ver su única esperanza desaparecer entre las sombras de las casas, se montó en una colera terrible similar a la de un ghoul hambriento. Los marineros, satisfechos con la reacción del emisario, se abalanzaron contra él. Pero, antes de que pudieran entablar una sangrienta pelea, un policía se interpuso.
"Ya estáis de nuevo buscando líos, no?"
Los hombres de mar reaccionaron al darse cuenta que estaban frente un hombre de la autoridad. Standing aprovechó para ir tras el gato, pero la repentina huida llamó la atención del policía y este comenzó a seguirle.
"En nombre de la guardia portuaria de Boston, detengase!"
Pero Darrel, encegado por la ira y el pánico, corría sin saber adonde iba e ignorando las las órdenes del policía. Aquella ciudad se le hacía demasiado grande, todas las calles era iguales. Le recordó a Dylath Leen..... ¡La Tierra de los Sueños! ¡El gato! ¡La misión! Se frenó en seco y se giró hacia el policía. El oficial frenó en seco, asombrado por el extraño comportamiento del desconocido. Cuando ambos se recuperaron de la carrera, el policía, sin perder la compostura, se preparó para interrogar a su fugitivo. Darrel, temiendo ser descubierto, no paraba de tocarse la cara, de palpar sus falsas protuberancias.
"¿Usted no es de la ciudad, verdad?", dijo el oficial.
"No... "
"Decía yo... No tema, no le voy a arrestar... Pero, si vuelve a desobedecerme..."
El oficial condujo a Standing hasta una comisaría, en la que le interrogarían acerca de su procedencia.
Darrel, mientras seguía las indicaciones de su captor, miraba hacia los techos de las casas y se fijó que el cielo estrellado de aquella noche de otoño era demasiado hermoso para ser de este mundo. Habían demasiadas estrellas de muchos colores y muy resplandecientes. Incluso parecían hacerse cada vez más y más grandes. Como si fueran a lanzarse sobre ellos.
"¿Pero que!?", gritó el oficial.
Entonces, Standing se fijó que aquellas estrellas eran en realidad los ojos de miles de gatos que habían acudido a su llamada. El policía quedó atrapado en aquella marea felina que agarró con suavidad a Darrel. Los gatos le acompañaron hasta el hogar de Carter y, con sus afiladas uñas, abrieron la puerta. Darrel corrió escaleras arriba hasta llegar al ático en el que debía dejar el cofre que Carter debía encontrar.
Una vez se deshizo del cofre, Standing sintió un fuerte escalofrío que le recorrió toda la espalda. Un viento de orígen desconocido le rodeó y comenzó a formarse un espiral de polvo y restos de despojos de algún libro que había sido olvidado en el ático. Darrel se tapo la cara con fuerza. Aquél tornado giraba tan rápido que el viento silbaba violentamente. Pero aquél molesto pitido no duró mucho. Cuando Standing abrió los ojos, derramó una o dos lágrimas. Volvía a estar en aquél maravilloso lugar. Los gatos de Ulthar le recibieron con ronroneos de alegría y Dhom sonrió satisfecho.
Darrel y sus amigos regresaron a Ulthar, donde el hombre ratón le esperaba impacientemente.
"¿Lo logró, señor Starrell!?"
"Sí, mi amigo."
"Celebro oírlo. ¿Y ahora, que debemos hacer?"
"¿Qué tal comprar esa casita que hay al lado del río Skai?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario