domingo, 14 de diciembre de 2014

Lugares del Subcontinente (1)



Un parque de atracciones abandonado, en ruinas, a lo alto de una montaña negra (u oscura).
Está en la cima, o al menos es la impresión que da, ya que la niebla lo cubre todo.
Lo primero que vemos en la entrada del parque es una montaña rusa despedazada por el tiempo y que ahora parece una rampa al vacío. Más allá de este se perciben otras atracciones, pero la niebla (que a veces parece humo o incluso polvareda) no me deja ver bien. Si se sabe de la existencia de otras estructuras es por sus apagados colores, que son testimonio que en otros tiempos fue un lugar muy frecuentado.

Un castillo (¿o un templo?) se erige en medio del recinto. Sus oscuras y sucias ventanas nos indican que nadie vive en este edificio. Está tan dejado como el resto del área, pero no aún conserva cierta "dignidad".

(Nota: A partir de este descubrimiento me doy cuenta que este extraño lugar es muy parecido a dos sitios reales, a otro de un videojuego y otro de una película de animación).

Al otro lado del edificio central encontramos una estructura completamente distinta al resto de las otras. Unas paredes blancas, con una raya horizontal de color azul pálido pintada por la parte inferior. A un lado de esta muralla, vemos una entrada, compuesta de una taquilla y un sistema de control del acceso al interior del recinto. Vuelvas a mirar por segunda vez y ves...
Almas, espectros que hacen cola para entrar en ese sitio. Familias de fantasmas, hombres, mujeres y niños.
Te cuelas entre ellos y entonces descubres por qué esa zona está amurallada.
Se trata de un zoológico, o lo había sido, ya que observas que lo primero que hay nada más entrar es un largo y estrecho pasillo entre grandes piscinas, de paredes de cristal, de agua y niebla y que miden dos metros de alto, pero no contienen nada. No encuentras ni un indicio de vida, aunque te da la sensación de haber visto, en lo más profundo del tanque, la blanca y borrosa silueta de un oso polar. Sigues por el pasillo, lleno de almas y llegas a un espacio un poco más amplio que el anterior, pero que resulta igual de asfixiante. Es un espacio de pic-nic, donde las familias se sentaban en mesas de madera y comían sándwiches o un perrito caliente de esos que venden en un quiosco. El césped aun conserva algo de verde, supongo que gracias a la constante niebla que cubre esos páramos. Después de ese pequeño espacio ves más jaulas, de barrotes oxidados, apelotonadas en plataformas caóticas, parece un zigurat de rejas, en una de ellas te da la impresión de ver un león gris, viejo e impasivo, pero decides salir del zoo y volver a la entrada del complejo.

Cuando sales del zoo te fijas que, a parte de que se ha hecho de noche, las luces del parque de atracciones se han encendido y, aunque brillen tenuemente, te transmiten algo de tranquilidad, e incluso de felicidad. Esta extraña sensación que te invade el alma tiene nombre. Es Nostalgia.
De repente esta paz interior se ve alterada por el estruendo del carro que circula por la montaña rusa en ruinas que rodea todo el parque. Te invitan a subir a la atracción y aceptas, te subes al coche y, tras un breve recorrido por la estructura que se ha conservado, este llega a la rampa y sales disparado por los aires.
Pero, para sorpresa de todos, el carro vuela lentamente y termina aterrizando con suavidad en medio de un claro de césped verde y muy alto, rodeado de chopos. Cuando sales del automóvil y miras a tu derecha, encuentras un palacete, de paredes amarillas y techo rojo, al borde de un precipicio. Supones que se trata de otro edificio del parque, pero no logras saber qué hay en su interior hasta que entras.
Es una sala de Arcade, llena de videojuegos, luces de neón parpadeante y otras atracciones. La Nostalgia te ataca de nuevo cuando identificas y recuerdas los personajes que decoran las consolas y las otras máquinas de premios. También hay trampolines e incluso una pista de baile, o de patinaje (aunque también podría ser una bolera).
Pero, como en el resto del complejo, no hay nadie, excepto dos o tres espectros de adolescentes de los años ochenta.
Alguien o algo te llama desde afuera, te giras y sales corriendo del palacete, cuanto más te acercas a la salida, más brilla la luz que viene de fuera.

Hasta que te despiertas y te encuentras en tu habitación.
Es verano.


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