Libro adquirido en la librería Pequod Llibres
(2001).
Hace un año.
- Uno de mis libros favoritos es... "El Vagabundo de las Estrellas", de Jack London.
- Pues me la leeré con mucho gusto. Siempre recomiendo un libro. Todos prometen leérselo, pero nadie lo ha hecho.
- Pues yo me lo leo. ¿Cuál es?
- "American Gods", de Neil Gaiman. Un libro sensacional, en el que mezcla dioses antiguos con el mundo moderno. Mega épico.
- Pues me lo pillo de la biblio y te digo que me ha parecido.
Un mes más tarde.
- Hola, amor.
- ¡Ey, perdona por el retraso! Veo que te estás leyendo "American Gods"... ¿Qué te parece?
- ¡Está bueno! Me gusta, me gusta.
Un mes más tarde.
- Me ha llegado a la libreria el "American Gods".
- ¿Pero te lo vas a leer, después de que te dejara ese impresentable?
- Bueno... Que remedio.
Medio año más tarde.
- ¡Lee algo! ¡Lee este libro!
- Tío, déjame en paz. Me leeré el libro que me de la gana. Mira, tengo el tocho este aquí, muerto de asco. Me lo voy a leer.
Un mes más tarde.
Qué pasada de libro.
De verdad.
American Gods, escrita por Neil Gaiman, conocido por escribir libros como "Coraline" o el guión del cómic "The Sandman", es una odisea.
Una gesta en la que un mortal debe cumplir tareas divinas.
Un Hércules en la América del Norte del siglo veintiuno.
American Gods es una guía de lugares insólitos de los EUA, un mapa de sus carreteras, un documental de sus ciudades. Una enciclopedia de dioses universales, un libro de Historia, una manual de gastronomía yanqui.
Es una novela multiusos, en la que la historia principal y pequeños relatos se interponen sin perder el hilo argumental y de igual calidad literaria. Un buen cocktail de humor (blanco y negro) y drama, pero poco exagerado. Donde acción y reflexión mantienen al lector enganchado a la lectura, sin olvidarnos de las pequeñas dosis de literatura erótica que encontramos dispersas por toda la novela.
American Gods es un barco, con el lastre y las provisiones bien repartidos por todo el buque, que se dirige a un mundo nuevo, pero a la vez arcaico, sagrado y a la vez profano, inhóspito pero extrañamente familiar, que modificamos con nuestra carga cultural, religiosa y moral y convertimos en algo vivo que puede morir en cualquier momento, pero que sabemos que perecerá cuando el hombre desaparezca.
Y eso por ahora nos parece algo imposible, lejano.
Creemos ser inmortales.
Creemos ser dioses.
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