"Sé muy bien que os encontráis confuso... Si ahora os contara todo, no lo asimilaríais correctamente y os volveríais preso de una locura eterna, producida por Nyarlathotep, el caos reptante...
Pero debéis saber que os encontráis en La Tierra de los Sueños y que yo soy Edmund Carter..."
Aquel nombre le era completamente desconocido. Pero le inquietaba más el nombre del mundo en el que se encontraba.
"Señor Standing... Usted ha pasado por un calvario horrible, impropio de la conducta humana... Fue castigado injustamente por un delito del que jamás fue participante... Pero, a pesar de todas las torturas que ha sufrido, de las infinitas horas de soledad y oscuridad... Usted nunca se hundió y, gracias a sus dos compañeros, usted logró lo imposible... Abandonar el cuerpo y las dimensiones del espacio y del tiempo..."
Standing sabía a que se refería: a sus viajes astrales, sus experiencias extracorporales. A cuando vivió varias vidas anteriores. Sonrió al recordar la frustración de sus captores al verle tan aserenado a pesar de encontrarse atrapado en una camisa de fuerza y aislado de todo el mundo. Pero seguía sin saber cual era su vínculo con aquellos parajes y con ese caballero.
"Es por ese coraje de abandonar el mundo vigil... y arriesgarse a ser atrapado por el hambriento Azathoth, el sultán de los demonios, o por cualquier otro ser pertenciente al caos... Que estáis aquí, bajo mi techo... Usted es el candidato perfecto para mi objetivo..."
El ex-convicto, tras sentir un escalofrío ya que aquel anciano había osado citar un nombre que jamás se debe pronunciar, se sintió aterrado por los riesgos que podrían suponer su próxima odisea. El anciano se levantó dificultosamente de su asiento y, a pequeños pasos, se dirigió a una elegante estanteria hecha de caoba y cogió un cofrecillo de adornos horrendos que emanaba un aroma provinente de una especia desconocida.
"Vuestra misión es... regresar al mundo vigil y, aprovechando la ausencia de mi nieto en su hogar, (ahora mismo está viviendo con un amigo suyo conocido con el nombre de Howard Phillips Warren)... deberéis esconder este cofrecillo en el ático... No debéis temer por el resto..."
El anciano se detuvo en seco, su mirada estaba en blanco. Algo le ocurría.
Edmund Carter volvió en sí y observó a su invitado, esbozando una triste sonrisa.
"Pronto... Debe hallar donde vive mi nieto... La Tierra de los Sueños le reclama, le necesitamos... Mi nieto responde al nombre de Randolph, Randolph Carter..."
Dichas estas palabras, el anciano se descompuso a una velocidad sobrenatural. El horrendo espectaculo aterrorizó a Standing y huyó de aquella casita como si hubiera visto al mismisimo Yog-Sothoth. Fuera, los gatos y Dhom le aclamaban y Standing les contó toda la conversación. Los gatos, deseosos de ayudar, maullaron de pena al no poder aportar información a su amigo. Pero Standing les agradeció su hospitalidad acariciando varios de sus lomos. Dhom, demostrando una inteligencia similar a la de un humano, propuso a su protegido de hacerse un disfraz, para poder recorrer el mundo vigil sin ser reconocido como Darrell Standing, preso ejecutado con la soga en el centro penitenciario de San Quintin, en 1916. Standing aceptó la propuesta de su fiel guardaespaldas y se creó una nueva identidad. Los gatos le contaron que cerca de su amada ciudad estaba el bosque encantado y que en lo más profundo de este había una gruta de la que muchos humanos habían entrado y salido por milenios. Pero la mayoría jamás volvía a aquella cueva ya que caían presos de los despreciables Zoogs, habitantes y guardianes del bosque encantado, o del más hermoso de los olvidos, similar a la fragancía del loto que hizo que Hercules olvidara el camino de regreso a su Itaca. Los capitanes de las brigadas felinas de Ulthar seleccionaron de sus guerreros los más fieros para que acompañaran a Standing y a Dhom a la gruta del bosque encantado. Darrell volvió a mostrar su gratitud hacia sus amigos felinos y esta vez encargó a Dhom que comprara en la mejor pescadería de Dylath-Leen un barril de pescado fresco. Al atardecer Standing y su escolta habían regresado al navío y narraron todo lo ocurrido al resto de la tripulación.
Antes de que el sol saliera, un grupo de gatos se presentaron frente la galera, rascando con suavidad la pared del barco. El ex-convicto abandonó de nuevo su transporte acompañado de Dhom y abandonaron Dylath-Leen. Al dejar atrás Ulthar, Standing se juró que algún día volvería y ahí pasaría sus días hasta que la vejez le consumiera.
Sin abandonar el curso del río Skai, la patrulla llegó al bosque encantado del que emanaban unos vapores de color esmeralda y los hongos iridiscentes brillaban con el rocío matinal. Cuando atravesaron los primeros árboles, los gatos se erizaron y empezaron a gruñir. Dhom sabía la causa del malestar de los felinos. Zoogs.
De entre los arbustos y los troncos aparecieron una manada de unas criaturas parecidas a ratones, pero con el morro provisto de tentaculos con vida propia. Por los silbidos y chirridos que entonaban, Standing y los suyos no eran bien recibidos. Los Zoogs podrían haber atacado en cualquier momento, pero sabían que los gatos no eran fáciles de derrotar y preferían pactar algún acuerdo del que pudieran sacar algún que otro beneficio. Un Zoog se acercó a Standing y le habló en un humano difícil de comprender.
"¿Qué buscas en nuestro bosque, intruso?"
Dhom contestó por él. Sus pezuñas y sus astas impresionaban a unas bestezuelas tan pequeñas como los Zoogs. El semihumano les dijo con gruñidos que estaban buscando cierta gruta misteriosa de la que salían humanos. Los Zoogs se estremecieron, no del miedo, sino de indignación. Para aquellos habitantes del bosque encantado, aquél lugar era secreto. Los gatos sonrieron con impertinencia y comprendieron que sus enemigos eran unos excelentes espías, como lo son todos los felinos del mundo, sin importar el tamaño ni el color, a los que más vale no infravalorar. Aquellos roedores repugnantes no tuvieron más posibilidad que conducir a aquellos intrusos a su mejor secreto.
Aquella gruta misteriosa se encontraba en lo más profundo del bosque mágico, camuflada entre maleza y musgo fosforesescente. Standing se acercó a la entrada, de la que salía un aire húmedo y frío que le puso la piel de gallina. Dhom y los gatos de Ulthar se quedaron entre los árboles. Standing se giró una vez más, el semihumano asintió a su amo a modo de saludo. Darrel comprendió que debía seguir sólo.
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