viernes, 6 de marzo de 2015

El Culto Reciclado

Hace más de 2000 años el hombre rendía culto a algo que no nos resultaba tan distante como la existencia de seres sobrenaturales, residiendo en algún lugar por encima de la estratosfera o escondidos en lo más profundo del bosque.
Ese algo es el sexo, la fertilidad, el hecho de concebir vida.
Resumiendo.
Follar.

El hombre, desde que viste pieles y talla piedras siempre ha estado obsesionado con la fertilidad. Y es comprensible: es parte del instinto animal de cualquier ser vivo, "multiplicarse o morir".

Nota antes de que continue este escrito: 
Muchos de mis conocidos conocen mi rechazo por todo lo erótico/sexual, pero eso no significa que quiera prohibir a los demás de disfrutar este tipo de "placer".
Cada uno sacia sus necesidades con diferentes actividades/ elementos.

 Y ahora, vuelvo al tema.

Al principio de todo, cuando el ser humano comenzó a pensar usando la razón comenzó a preocuparse por dos cosas: la comida y la salud de su progenie. 
Y así comenzó a crear Venus y a pintar búfalos en las paredes de las cuevas. 
Así comenzó la religión, el culto y la adoración.
El homo sapiens evolucionó, desarrolló nuevas habilidades y con estas, surgieron nuevas preocupaciones. De estas salieron nuevos dioses y nuevos rituales.
El inventario místico comenzó a expandirse y las sociedades fueron evolucionando.

Pero el culto al sexo siguió ahí.

Incluso durante el auge del Cristianismo.
¿No es acaso la Anunciación la confirmación del acto sexual (indirecto) entre una mortal y un ente sobrenatural? (Nota: mito muy parecido otros anteriores y tachados de paganos: Dánae y Zeus convertido en lluvia de oro y Leda y Zeus convertido en cisne.)
 E incluso en el arte románico y gótico hay contenido sexual explícito. Y a pesar que la representación del sexo es una forma de representar La Lujuria, uno de los siete pecados capitales, no olvidemos que el hombre sigue siendo hombre y que nunca podrá abandonar del todo su instinto animal.
Hombres y mujeres están condenados a seguir excitándose y a preocuparse por el futuro de su especie.

Y esa obviedad nos trae hasta los tiempos modernos. 

Las Venus y los falos de Príapo siguen entre nosotros. 
Se ocultan en las páginas de revistas para adultos, 
se asoman por puertas de locales ocultos en la oscuridad de las ciudades, 
aparecen como una centella delante de tus ojos, absortos en una pantalla de colores y luces, 
se exhiben como ganado en escaparates de lencería y en carteles que tapan el verdadero patrimonio de la ciudad,
hombres y mujeres siguen ofreciendo sacrificios a Astarté, Innana, Ishtar o a Astarot,
que siguen congregándose en orgías, tal y como lo hicieron en las cuevas, en domus o en barcos.

Pero, ya no hacen nada de eso por la fertilidad, ni por el bien de la especie.
Los humanos se han olvidado de las pautas de la vida y practican de manera incorrecta el "Carpe Diem". El hombre ha logrado suplir muchas de sus necesidades primarias, y esto le ha llevado a agudizar su instinto animal más brutal: el sexo. 

Y ahora es cuando se ve mejor una de las verdades más cruentas de este tema: el acto sexual es un acto egoísta. Los humanos recorren a ello para encontrar satisfacción primero en ellos mismos y luego en los demás.
El hombre ha olvidado la función "mística" de este ritual, se ha olvidado del misterio íntimo del momento, un acto mágico (o secreto) entre dos o más, un baile nupcial que crea vida. 

La especie humana ya no piensa. 
Es como un rebaño de cabras que se tira por un precipicio. 
Se lanza hacia un vacío conocido como "crisis existencial".

Luego no sé que pasará.










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