jueves, 3 de septiembre de 2015

La Eterna Migración

La historia del ser humano se ha escrito a partir de cambios de hábitat. Todos sabemos que esta raza nació en África y migró hacia Eurasia cuando su instinto se lo pidió. Las primeras grandes civilizaciones surgieron de esta necesidad.  De Mesopotamia a Nueva York, todo ha sido siempre fruto de un impulso animal de encontrar nuevos terrenos donde poder vivir y criar en pro de la especie.

Hoy día seguimos siendo una especie nómada. Aunque lo neguemos, seguimos siendo la misma bestia que salió de la selva, vivió en grutas y caminó más que cualquier otro ser vivo.
Lo que pasa es que el mundo se ha dividido en dos partes: en sedentarios y en nómadas. Aquellos que lo tienen todo a su abasto viven cómodamente, sin necesidad de tomar decisiones radicales, mientras que miles de sus pares no pueden parar a descansar a riesgo de caer prisioneros o morir. Aunque en el Primer Mundo también se dan casos de migraciones, solo que se llaman "Fuga de cerebros" o "Trabajar en el extranjero" porque no se considera algo tan dramático como la llegada de africanos en pateras.

Me hace gracia oír a la gente protestar por la llegada de refugiados a Europa. Parece que se olvidan que tiempo atrás los judíos hicieron lo mismo, regresando a "su tierra" tras la Segunda Guerra Mundial. Un "capricho" post-bélico que el Primer Mundo les permitió (por lástima principalmente). Y sí, me atrevo a decir "capricho" porque, tal como comenta Stefan Zweig en su libro "El Mundo de Ayer" (1942), la mayoría de los judíos que vivian en Europa (específicamente en Austria, de donde era Zweig, y Alemania) no estaban para nada interesados en regresar a su "Tierra Santa" ni en el Sionismo. Pero estas ideas impactaron a los judíos que formaban parte de la clase obrera/baja de Polonia y sus alrededores. Está claro que esas ideas más nacionalistas que religiosas cundieron más en ese conjunto social ya que estaba menos formado "académicamente" que sus hermanos, sin olvidar que ellos también fueron las peores víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Pero también fueron los primeros en instalarse en Israel y, aunque no fueron todos, también fueron los primeros en forzar a muchos palestinos a abandonar sus hogares. 

Y el Exódo del que estamos siendo testigos es el eco de esas migraciones del siglo pasado y de toda la historia de esta especie. Pero no solamente la judía y la palestina. 
En África hubo, y, para vergüenza de la raza humana, sigue habiendo, guerras civiles y golpes de estado militares que obligan a miles de individuos a huir de sus tierras a riesgo de morir, ser obligado a combatir o a ser convertidos en esclavos sexuales.

Sebastião Salgado plasma perfectamente el horror que tuvieron que vivir y siguen viviendo gran parte de Africa en sus fotografías que hizo para Médicos Sin Fronteras durante la década de los setenta y los ochenta (y los noventa) sobre la Guerra civil etíope y los refugiados del genocidio de Ruanda y, que en el documental "La Sal de La Tierra" (2014), recuerda con tanto dolor que rompe a llorar. Es curioso recordar que Salgado también es un exiliado, que tuvo que huir de Brasil, su tierra natal, en 1969 por la dictadura militar.  

Todos en el fondo somos emigrantes e inmigrantes. Cuando nos cambiamos de piso, cuando cambiamos de trabajo, cuando aceptamos la beca Erasmus, cuando hacemos vacaciones, etc. 

Vivimos en La Eterna Migración. 

Pero parece que también debemos migrar mentalmente, abandonar pensamientos retrógados y avanzar hacia delante, que es lo único que podemos hacer ahora, tal como están haciendo miles de humanos en estos precisos momentos.

‹‹Hay momentos en que me pregunto si vale la pena seguir viviendo durante los próximos 20 años. Noto como me aplasta el doble peso de un odio del que no me siento culpable, el odio a Alemania, y el odio a los judíos de Austria por haberse lucrado de la guerra […] no puedo dejar en la estacada ni a unos ni a otros. La vida, sin embargo, va a ser insoportable […] a las personas como yo nos aniquilarán […] ¿Pero a dónde escapar? [...] yo no puedo vivir cautivo de un Estado que me desprecia como extranjero y enemigo››.
 - Stefan Zweig.


 

"Sahel: The End of the Road", Sebastião Salgado, 1984

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